sábado, 23 de noviembre de 2013

LATERZA KUÈ: Entre la solidaridad y la dignidad Paraguaya

Entre tantas verdades que se quieren tapar mediaticamente, desde las empresas de comunicación, que tambien gozan de los privilegios del tràfico de inflluencias para sostenerse, queremos mantener la memoria sobre los casos de terrorismo de estado que estan sucediendose en nuestro país, así como tambien sus consecuencias reales que son invilisvilizadas. Tal es el caso del desalojo violento contra humildes campesinos ocurrido en el lugar llamado Laterza kue y trascribimos una de las  mejores formas de tratar el tema, la solidaridad activa. El texto fue escrito por los compas de la revista vientofuerte.com  


 Laterzakue: Un grupo de paraguayos amarrados a sus sueños (Ernesto Heiseke)
 
Para dar cumplimiento a una actividad solidaria compartimos parte de una tarde con los pobladores de la comunidad de Laterzakue, quienes fueron reprimidos y sus casas destruidas por orden de una justicia ciega y una barbárica policía nacional. Encontramos a una comunidad animosa, llena de dignidad, que busca recuperar lo que la miseria del capital les ha arrebatado, sus lotes de cultivo y producción, ahí donde se siembra lucha. 

“Koa ndaha’ei yvy mboriahu peguarâ. Pesê porante”, son las palabras dichas por el Fiscal Galeano, dicen los campesinos desalojados, en momentos en que dirigía la violenta destrucción de la pequeña población campesina de Laterzakue, distrito de Santa Teresa, en un conflicto que lleva casi 40 años, según afirman. Tras esto, el “honorable” Fiscal, protegido por un batallón de cascos azules, procedió a dar la orden para que los enormes tractores y motoniveladoras de la empresa Bioenergy Corporation S.A. procedan a destruir las viviendas de los campesinos. Terminada la destrucción fue turno de los tractores con rastras y arados e inmediatamente la cultivadora de soja. Tras 15 días del hecho, no quedan rastros de las humildes viviendas y de los cultivos campesinos, ahora en todas las parcelas crecen vigorosas la soja transgénica.

Acompañando la delegación de organizaciones no gubernamentales que ha entregado alimentos “para la resistencia” a los pobladores desalojados de Laterzakue, compartí brevemente en el centro comunitario con las familias ahí refugiadas después de haber perdido sus viviendas y pertenencias, violentamente desalojados a la orden de un Fiscal de la República y reprimidos por las fuerzas de la Policía Nacional.

El conflicto viene de antaño, un conflicto entre el griego Efthimios Ionnidis y Mario Laterza en los años ‘70 y la ocupación reconocida por el mismo INDERT, situación que pone en perspectiva la absoluta incapacidad del Estado –y de los sucesivos gobiernos- en dar soluciones a las necesidades del campesino, permitiéndose llegar al extremo como el que se llegó. Situaciones de represión, de desprecio a la vida de los humildes, es la marca que deja el sistema judicial y los cuerpos de seguridad groseramente al servicio de los grandes terratenientes.

La comunidad está ubicada a 8 kilómetros de Santa Teresa -asiento de la empresa Bioenergy Corporation SA- siendo la referencia del lugar la caseta policial que controla el acceso a la colonia campesina. El Centro Comunitario es una construcción amplia cubierta, con una cancha de futbol rodeada de añosos árboles que recuerdan que el lugar era pleno monte hasta no hace mucho, también con guardias policiales armados controlando las actividades que ahí se realizan.

Fuimos recibidos por un numeroso grupo de campesinos y campesinas y con ellos niños y niñas que pasaban el rato jugando en la cancha, actividad que se está volviendo cotidiana, pues casi ninguno asiste a la escuela, debido a que necesariamente deben pasar por la caseta policial en donde son detenidos y atemorizados, sobre todo cuando se trata de muchachas adolescentes, por lo que los padres han tomado la decisión de no enviarlos a la escuela.

Rápidamente se formó una bulliciosa ronda mientras nos saludábamos y, los más jóvenes con los responsables del campamento bajaban las provisiones que transportamos para “la resistencia”, según afirmaban. Pronto entramos en confianza y tras las palabras de oportunidad donde se explicó este emprendimiento solidario y, por su parte, la aceptación y el agradecimiento por nuestra presencia y por el aporte realizado en momentos tan difíciles, comenzó la “talla” y la risa.

Mientras pasaba el tereré de mano en mano, los niños se repartían caramelos, Karai Tungusui fue el encargado de nombrar a todos los asistentes. Al poco rato se convirtió en un encuentro de animales, pues en la conversación participaron Tujujuii, al rato se acercó Mbopiiii con Ñakaninaiv, sudado por haber hecho la descarga de los alimentos; un joven fuerte y rubio, Kure Morotîv, compartió algunos mates. No recuerdo ya todos los animales que participaron entre risas y bromas de la ronda de tereré, pero es importante señalar, que corriendo de un lado a otro, Kururuvi, distribuía tareas, llamaba por teléfono, recorría los grupos en que se fueron formando tras la dispersión del encuentro “protocolar”.

Fue apenas por un rato que el encuentro pareció una jornada normal, de encuentro fraterno para el disfrute, para el intercambio de ideas y experiencias. A medida que iba poniéndose el sol, un grupo hacía el inventario de lo recibido, los niños de vuelta a la cancha a seguir el juego, las señoras y los señores formaban diferentes ruedos sentados en el pasto, mientras nuestro grupo se disponía a volver.

Salimos con los últimos rayos de sol para volver a la rutina del trabajo. Pero allí quedaron más de 50 familias, hombres, mujeres y niños que compartirían la noche a oscuras, porque sus viviendas fueron arrasadas, la electricidad cortada, presas del temor por causa del egoísmo, la angurria y la miseria del capital. Ahí quedó un grupo de paraguayos amarrados a sus sueños... ¡luchando con esperanza por ser algún día ciudadanos de este país!

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