Por
Hace ocho años, el 26 de abril de 2005, se extinguió la vida de Augusto Roa Bastos, el poeta
y narrador que honró a su patria y el mundo a través de una obra de
extraordinario valor, tanto en el orden estético como en el orden
social.
La dimensión política de su literatura y su adhesión a la causa
popular han sido silenciadas por la cultura oficial y los
administradores oficiosos de su legado literario.
Es hora ya de que se
diga en voz alta que Roa Bastos fue una de las grandes voces
revolucionarias de nuestra cultura, en la estela de Rafael Barrett,
Hérib Campos Cervera y José Asunción Flores.
ROA Y LA REVOLUCIÓN CUBANA
"La emoción a veces impide que la palabra del hombre sensible se
expanda y exprese en su totalidad este mundo maravilloso del ser humano a
través de sus grandezas y sus miserias, porque el Paraguay, feliz o
desgraciadamente ha hecho de sus desgracias o de sus infortunios el
mayor caudal de energía que puede desarrollar un pueblo a favor de los
ideales de perennidad que puede tener un pueblo sufrido con dos guerras.
Y que ha hecho de mí simplemente el cronista del hombre perseguido y
acosado.
Este es mi protagonista y este protagonista es el que
se ha ido creciendo hasta convertirse en un héroe imbatible en la
historia humana y social del Paraguay.
Yo entrego este legado a esta
reunión de amigos, hermanos, tan queridos de Cuba, en este acto para
entregarles mi devoción de americano y paraguayo, para desear al pueblo
cubano que siga siendo nuestro ejemplo y nuestro estímulo para que
podamos lograr esa excelencia que es el objetivo de todo pueblo que ha
sufrido y que ha hecho del sufrimiento su maestro".
[Augusto Roa Bastos en la Sala Che Guevara de Casa de las Américas, La Habana, 23 de agosto de 2003]
Documental difundido por la TV comunitaria Ecocultura
Palabras de Augusto Roa Bastos
Quiero trasmitir a la familia de Augusto Roa Bastos y a todo el pueblo hermano de Paraguay, mi profundo pesar y mis más sentidas condolencias por el fallecimiento de esa figura excepcional de las letras latinoamericanas y universales, quien fuera además un amigo leal y entrañable de Cuba.
Guardo, muy frescas en mi memoria, aquellas horas tan estimulantes y cálidas que pasamos juntos, en agosto del 2003, cuando le impusimos la Orden José Martí, máxima condecoración que otorga el Consejo de Estado de la República de Cuba.
Nuestro pueblo recuerda con gratitud y orgullo aquella visita con que nos honró para siempre Augusto Roa Bastos.
Nos deja su obra y su ejemplo como creador extraordinario y como hombre íntegro, de principios inconmovibles.
Fidel Castro Ruz
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