Curuguaty: De lo que la Fiscalía no habla
El informe paralelo de lo que ocurrió el 15-J muestra científicamente
las flagrantes omisiones en la investigación llevada a cabo por el
Ministerio Público.
El helicóptero de la Policía cuenta con videocámara ¿Dónde están las grabaciones exclusivas?
Guillermo Ferreiro
Abogado, integrante de la Plataforma de Estudios e Investigación de
Conflictos Campesinos (PEICC), investigación paralela para el
esclarecimiento del caso Curuguaty.
Hace aproximadamente dos
meses se comunicó conmigo un ex compañero de facultad, Vicente Morales.
Me dijo que había hablado con un periodista argentino y un abogado
español, quienes tenían un informe sistematizado con pruebas inéditas
sobre la masacre de Curuguaty. Habían conformado una plataforma junto
con el Dr. Domingo Laino y pretendían colaborar con la defensa de los
imputados por la masacre.
Abogado de ideología liberal (no
estoy afiliado al partido Liberal, al cual considero un partido
conservador), representante en varias ocasiones de propietarios y
defensor de la propiedad privada, accedí con muchas reservas a estudiar
el documento. Después de todo también creo que la defensa en juicio es
sagrada.
Varios días después de que me fuera entregado, y ante
la insistencia de Vicente, abrí el borrador del informe que hoy todos
conocen, empecé con la introducción “Un pequeño porcentaje de gente
tiene casi la totalidad de la tierra en Paraguay…” blablablá. Apenas
terminada la introducción, se accedía a un video no accesible al
público.
Se trataba de aquél ya famoso video del inicio del
tiroteo, el que todos vimos en Telefuturo. La diferencia radicaba en que
este estaba completo, duraba más de cinco minutos, mientras el de
Telefuturo apenas tres. Y lo más importante, el audio estaba mejorado
habiéndose eliminado los ruidos molestos.
En dicho video se
observa a los policías llegar al encuentro de los campesinos, algunos de
los cuales esperan armados, se escuchan dos disparos por los que nadie
se inmuta y, de golpe, nueve segundos de ráfagas de armas automáticas.
¡Los ametrallaron! ¡A policías y campesinos!
Reproduje una y otra vez el video, quedé helado. Llamé a mi amigo y le dije: “¿Cuándo empezamos?”.
No necesitaba leer más. Pero había más: el informe también contaba con
otro video, este inédito, grabado por un policía (¿Cómo lo
consiguieron?) y muchas fotos que nadie había visto, así como gran
cantidad de declaraciones de policías, testigos y médicos forenses,
también informes técnicos no oficiales de la Policía Científica española
que aseguran que los disparos provenían de armas automáticas y otras
perlas.
Los hechos y las pruebas / Plataforma vs. Fiscalía
Una vez que aceptamos ejercer la defensa de once imputados, el Dr.
Laino se encargó de hacer firmar los poderes a los campesinos. Con los
poderes en mano fuimos a Curuguaty, faltaba obtener copias de la carpeta
fiscal. Ya en Curuguaty nos atendió un amable Jalil Rachid quien puso a
dos funcionarios a disposición para que sacáramos las copias del
voluminoso expediente.
De regreso a Asunción no podíamos esperar a
leer la carpeta fiscal, apretados en la parte de atrás de la camioneta y
con muy poca luz empezamos a hojear: actas, testificales, fotos,
notificaciones, ¡pericias! Para colmo realizadas por la policía. Con mi
acostumbrado optimismo dije: “Acá sonamos, esto debe ser lapidario”,
pero no fue así.
Luego de unos días de estudiar la carpeta
fiscal y el informe realizado por Aitor Martínez, el Abogado español,
fuimos entendiendo lo que había pasado.
El día del allanamiento (no fue un desalojo) la policía ingresa a la finca por dos sectores diferentes:
· Grupo uno: por la derecha, es aquel que se ve en el famoso
video. En este grupo hay oficiales de la FOPE, con cachiporras y
escudos, acompañados por policías de caqui con chalecos antibalas y
pistolas al cinto.
· Grupo dos: por la izquierda, es el
grupo en el que se encuentran el Comisario Erven Lovera y el dirigente
campesino Rubén Villalba. Es el grupo de la famosa foto de Ultima Hora
en la que los militares marcaron el lugar en el que podrían estar
escondidos los tiradores.
Dos grupos bien diferentes,
distanciados unos 20 o 30 metros el uno del otro. En el primero hay
muchas armas, por parte de la policía y de los campesinos, pero ahí no
muere nadie; en el segundo no hay armas, salvo un misterioso revolver
del que luego hablaremos. En este grupo se producen casi todas las
muertes.
Vamos al grupo uno. Este contingente se encuentra con
campesinos armados con un rifle de aire comprimido y escopetas de bajo
calibre (20 y 28), de uno o dos tiros. Los campesinos gritan consignas y
exigen ver el título de propiedad de la finca, alguien grita “vencer o
morir”, otro “somos todos paraguayos”. Uno de los campesinos apunta
desafiante a los policías y en un movimiento de la cámara se ve que uno
de los oficiales de caqui ya ha desenfundado, tiene una pistola en la
mano, pero apunta al suelo prudentemente. Por detrás pasan caminando
mujeres y un niño rumbo al campamento.
¡Paf! un primer disparo,
sonido seco como de pistola, nadie se inmuta, no se ve una sola persona
que corra o se agache. ¡Pum! otro disparo, suena diferente, como de
escopeta o granada de gas. Ahora todos miran hacia el grupo dos, pero
nadie hace nada. Inmediatamente, se escuchan las ráfagas de armas
automáticas. Ahora sí, todos corren. Durante 9 segundos se escuchan
estas ráfagas que, según la policía científica española, tienen una
cadencia de disparo de 0,12 segundo; luego, ya no se vuelven a oír
ráfagas, sólo disparos aislados. Se llega a ver a un policía en
cuclillas que se levanta, efectúa uno o dos disparos hacia el campamento
e inmediatamente se vuelve a proteger.
Las ráfagas que se escuchan
en el video sólo pudieron haber sido disparadas por armas automáticas,
prohibidas para el uso civil.
La pericia realizada por la propia
policía estableció que, de las armas incautadas a los campesinos, solo
una dio positivo a la prueba del hisopo; es decir, solo una había
disparado recientemente, y lo que es peor: al momento de la pericia no
era apta para el disparo, estaba rota.
Retornemos al grupo dos: el
de la tragedia, el de Lovera y Villalba. Dicen los carperos con los que
nos hemos entrevistado, que Lovera era un hombre que negociaba hasta el
final, aun en las peores condiciones.
En este grupo todo es más
confuso, en primer lugar porque los que más saben de lo ocurrido están
muertos. En segundo lugar, no hay filmaciones (nuestras autoridades
deberían ver esos programas en los que se muestra como la policía de
otros países siempre graba los operativos) y, en tercero, los campesinos
tenían el rostro cubierto.
La versión que todos leímos en la
prensa y que luego confirmó la fiscalía relataba que Rubén Villalba le
dispara a Lovera y se inicia la balacera, campesinos apostados
estratégicamente dispararon a los policías y estos respondieron matando a
11 personas.
La fiscalía asegura que cuenta con testimonios
que confirman esta teoría; sin embargo, los policías que estaban en ese
grupo y que sobrevivieron, dicen no saber quién les disparó, hablan de
tiradores profesionales y de ráfagas, varios se niegan a afirmar o
desmentir que eran campesinos, pese a la insistencia de los periodistas.
Otra prueba de la fiscalía: la foto en la que se ve el momento en el
cual Villalba apunta a Lovera, con un arma que acaba de desenfundar, es
la chispa que enciende el polvorín. Un detalle: en la foto se ve a un
campesino que, según un estudio fotográfico canadiense, no tiene un
revolver cromado (es el arma que luego la fiscalía presenta) sino un
objeto alargado. Esa interpretación de imagen no sería relevante si no
fuera porque nadie identificó al campesino como Rubén Villalba. Ni
campesinos ni policías lo identifican con Villalba, simplemente se
concluye que lo es.
Y esto no es todo, el supuesto Erven Lovera
tiene un chaleco con la inscripción GEO en la espalda, con letras
amarillas, pero en la filmación de los preparativos del operativo se ve
inequívocamente que Lovera tiene un chaleco sin inscripciones en la
espalda. La frutilla de la torta: en esa foto se ve a dos mujeres, una
de rojo y la otra de verde, a las que en el video del inicio del tiroteo
se ve pasar por detrás del grupo uno, es decir, la foto es de dos o
tres minutos antes del inicio de la balacera.
Según la
fiscalía, Villalba desencadena la tragedia, casi todos los que están a
su alrededor mueren o resultan heridos, él huye.
En las fotos
tomadas por la policía en el lugar, se ven las escopetas pero nunca el
revólver; sin embargo, el acta de levantamiento de evidencia, elaborada
también por la policía, menciona un revólver, el cual es encontrado en
la mano izquierda de Adolfo Castro, muerto en el enfrentamiento.
A
Villalba lo detienen tiempo después, desarmado y sin resistir. El hombre
que pega el primer tiro, el único que sobrevive en su grupo, este Rambo
morocho guaraní parlante no tiene un arma al momento de su detención.
Hemos buscado y buscado pero no hay estudios de huellas digitales en las armas, prueba que resultaría elemental.
A ver: hay un revolver que inicia el tiroteo, uno de los muertos tiene
un revolver en la mano, Rambo es detenido desarmado, hay armas
automáticas, las escopetas de los campesinos, salvo una, no dispararon.
Estos puntos dan ya para un primer informe oficial y una conferencia de
prensa, la cual convocamos el 2de octubre en el Hotel Armele de
Asunción, a la tarde. Sorpresivamente ese mismo día a la mañana se nos
adelantan los Representantes de la Sociedad y el Ministro del interior.
Serios y bien trajeados, como corresponde, informan: “está todo claro,
los campesinos dispararon primero, la policía se defendió, el principal
responsable es Rubén Villalba, caso cerrado”.
Seis policías muertos y varios heridos ¿Con 4 escopetas de las cuales una sola disparó y un revólver?
En la pericia hay otra escopeta, la que omitimos intencionalmente en
este informe. La misma también disparó, se trata de una calibre 12,
potente. Una vez yo mismo disparé una y casi me disloco el hombro. Esta
arma no es de dos disparos como las otras, soporta hasta 8 cartuchos,
los cuales pasan de la tolva al cañón, mediante una bomba que se acciona
con la mano en forma fácil y rápida, por eso les dicen “pajeras”.
¡Opa! Empieza a haber poder de fuego entre los campesinos. Rachid habla
de esta arma y la define como “casi una semiautomática”. Olvida un
detalle, el arma no se levantó del lugar de los hechos como las demás,
la encuentra el Cura Párroco a las puertas de la iglesia el 27 de junio.
Fue robada el 22, una semana después de la masacre, el mismo día que a
Lugo lo estaban echando de Mburuvicha Roga igual que al Chavo de la
vecindad, cuando lo creyeron “ratero”. El día de la masacre estaba en
poder de su dueño, pero ahora está en la causa, no sabemos por qué.
Ah, está el revólver, es verdad, estaba en manos de un campesino
muerto, se había disparado hasta vaciar el tambor; pero, ¿y Villalba?
¿No era él quien tenía el revólver? No importa, el revólver existe. Un
detalle, Rachid no pide a Dimabel que informe a nombre de quien está
inscripto, nosotros sí, estamos esperando la respuesta.
Como
dijimos, faltan pruebas fundamentales, pero diligentemente se agrega una
denuncia de robo de antes de la masacre, un arma de la misma marca,
calibre y color que ha sido robada ¡al jefe de seguridad de Campos
Morombí! No, no es un chiste, el famoso revolver que usó Villalba y que
apareció en manos del cadáver de Castro, es de personal de la familia
Riquelme. Puede ocurrir, lo robaron antes y lo usaron para matar
policías.
Rachid tiene una explicación para todo, le preguntan
por las armas y habla de los cazabobos, artefactos preparados para
accionarse mediante un cable y efectuar un disparo. Había 8 o más, no
recuerdo, todos funcionaban y se habían disparado recientemente. “Los
campesinos dicen que las usaban para cazar animales, pero esta vez las
usaron para cazar policías”, sentencia el reputado periodista Enrique
Vargas Peña y la Fiscalía General hace una maqueta digital en la que se
muestra la capacidad de producir daños con esas armas.
Nos
descubrieron: ¿Qué hacemos? ¿Fingimos demencia? No hace falta, esas
armas o cazabobos, estaban en las carpas y no hirieron a nadie. El
fiscal no nos dice que se usaron, sino que son peligrosas. El mismo
Rachid relata cómo encuentran estos dispositivos en las carpas y los
desarman, no dice en ningún lado si estaban cargados, no les toman
fotos.
Cuatro escopetas de las cuales sólo una disparó, una
escopeta que estaba en poder de su dueño el día de la masacre, un
extraño revolver propiedad del personal de Campos Morombí y unas trampas
que no hirieron a nadie. Esto empieza a oler a causa armada. Más tarde,
cuando, por insistencia nuestra, agregan las pruebas de nitritos y
nitratos, Adolfo Castro da positivo en la mano derecha, pero el cadáver
tenía el arma en la izquierda, nada tiene sentido.
Cambios de discurso e inconsistencias
Luego de nuestra conferencia, Rachid cambia un poco su discurso. Dice
primero que no hay armas automáticas, luego que sí, pero que las usó la
policía para contestar el ataque. Lástima que en el video se escucha que
el tiroteo empieza con las ráfagas y luego la policía contesta con
tiros aislados. Dice que sólo queremos desacreditar la investigación de
la fiscalía, rápido el hombre. ¿Cómo se habrá dado cuenta? Quizá haya
visto alguna película yanqui en esas que muestran los procesos
judiciales, y dijo “Claro, la defensa trata de desacreditar a la
acusación, voy a contarle a los periodistas”. Siempre nos pilla.
Dice que somos políticos. Laino lo es; los demás miembros de la
Plataforma y los abogados no. Pero lo extraño es que cuando retornamos a
Curuguaty para ver cómo iba el diligenciamiento de nuestras pruebas, el
fiscal no está allí sino en Asunción, y ha llevado consigo la carpeta,
lo que hace imposible el acceso a las pruebas. Nos informan que fue a
reunirse con el Fiscal General del Estado y eso parece justificar la
violación al debido proceso. El que hace política paseando con la
carpeta es el Fiscal.
La policía también informa que hay
chalecos antibalas con hasta 4 perforaciones, cualquiera que conoce de
armas sabe que una escopeta calibre 20 jamás perfora un chaleco. Los
escudos tienen agujeros de entre 6 y 8 milímetros en línea recta,
clásica marca de armas automáticas y no en círculo, manera en que se
esparcen los perdigones de una escopeta.
El 16 de octubre,
Rachid nos notifica de la realización de una pericia y nos indica que
debemos presentar nuestro perito el día 12 de octubre (¿?). Es como
decir: te invito a un asado en mi casa, te espero ayer y luego: ay,
lástima que no fuiste, estaba rica la carne.
Pablo Lemir,
médico forense dice a la prensa que los informes estarán en 15 días,
aparecen cuatro meses después. A algunos de los policías fallecidos
dedica tan solo dos renglones. Dice que todos murieron por disparos de
escopeta porque sólo se recuperaron perdigones y una sola bala, pero
también menciona que hay heridas con orificio de entrada y de salida,
pero como no se recuperaron esas balas (claro, si salieron) ni siquiera
indica el lugar de los orificios.
Las pruebas de parafina, que también se presentan cuando nosotros las pedimos, dan positivo sólo a un detenido.
¿Qué va a pasar?
Realmente no sé cómo piensa el fiscal probar qué campesino mató a cuál
policía; sin embargo, el 24 de octubre cuando solicitamos la prisión
domiciliaria para nuestros defendidos (entre los que hay una
embarazada), por falta de indicios mínimos contra los mismos, el fiscal
se opuso con el argumento de que no se ha modificado la sospecha de que
son responsables de las muertes.
Hay mucho más, quienes tengan curiosidad pueden leer el informe completo, en el siguiente enlace: https://www.dropbox.com/sh/z8ho8vx8bx00eeu/eCTeZ1XD6t
Luego de ejercer la profesión por más de 10 años creo saber cuándo una
causa va directo a la condena, sin importar las pruebas, y este es un
caso típico. Lo único que puede detener esa sentencia, que ya fue
escrita antes del juicio, es la presión ciudadana y la inquietud
internacional. Si eso no ocurre, escucharemos a los jueces decir
nuevamente: “por la condena”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario